La genética ha resultado ser el factor más importante de
cara a la obesidad, incluso más que la dieta o el deporte.
Todos conocemos personas que a pesar de comer en
cantidad, no suelen engordar prácticamente nada; por contra, también existen
las personas que engordan con una
facilidad pasmosa aun
sin ingerir grandes cantidades de alimentos.
Los científicos analizaron muestras
genéticas de más de 300.000 personas, con
objeto de analizar la variación genética y su relación con la obesidad. Los resultados
revelaron más de 140 posiciones en todo el genoma que influyen en algunos
rasgos de la obesidad, tres veces más que las
conocidas hasta ahora.
Tener
la cintura más grande que la cadera hace a las personas más propensas a sufrir
trastornos metabólicos como la
diabetes o problemas cardiovasculares.
Los resultados mostraron que las
localizaciones genéticas asociadas con depósitos de grasa se vinculaban con
genes previamente relacionados con la creación del tejido adiposo o grasa.
Averiguar qué genes influyen en el lugar donde se
deposita la grasa ayudaría a entender la biología de la resistencia a la insulina, el síndrome
metabólico y las enfermedades cardiacas. Se
trata de un primer paso hacia la
identificación de genes adicionales que afectan a la obesidad. En el futuro, algunos de estos genes pueden ser buenos
objetivos para el desarrollo de fármacos.
En el segundo estudio, el foco fue el índice de masa
corporal o IMC. Tras idénticas
pruebas, descubrieron 97 regiones en el genoma que influían en la inclinación
hacia la obesidad. “Nuestro trabajo demuestra claramente que la predisposición
a la obesidad y el aumento del IMC no se debe a un solo gen o cambio genético. El gran número de
genes implicados hace menos probable que una sola estrategia funcione para todo
el mundo.
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